¿Cómo te defines a tí mism@?

Por Víctor Castillo Morquecho    


   El concepto de «identidad» hace alusión a lo que es «idéntico a sí mismo» y aplicado a las personas, la identidad se refiere a lo que nos define y a lo que permanece sin cambio de nosotros mismos, aún a pesar del tiempo y de las circunstancias. La identidad, por tanto, es el núcleo que define lo que nos gusta, lo que nos disgusta, lo que esperamos alcanzar en un futuro y la forma en que interpretamos nuestra propia historia de vida.  Además, la identidad es lo que nos permite relacionarnos con nuestro entorno y con las demás personas, pues a partir de nuestra identidad sabemos cómo actuar en distintas situaciones.


Ahora bien, es un hecho que todos nos hallamos más seguros cuando sentimos que nuestra identidad está «bien definida», pues esto nos permite actuar de manera mucho más fluida, en comparación a lo que sucedería si cada dos minutos tuviéramos que enfrentar una de esas llamadas «crisis de la identidad». Sin embargo, bien vale pena detenerse un minuto para considerar que estas llamadas «crisis» pueden estarnos hablando de la auténtica necesidad de un cambio. Después de todo, también es cierto que nuestra identidad puede llegar a ser una pesada carga en muy diversos aspectos de nuestra vida.


Pensemos, por ejemplo, en lo difícil que es ir por el mundo con la carga de definirnos a nosotros mismos como «enojones», «depresivos», «mala onda», o «intolerantes». Por no hablar de adjetivos aún más pesados, como «fracasado» o «exitoso», pues ambos extremos generan un tremendo compromiso con un determinado modo de ser. Más aún, la facilidad con que los diagnósticos psiquiátricos se han popularizado no deja de ser alarmante, pues ahora nos resulta muy sencillo etiquetar a otros o etiquetarnos a nosotros mismos como «bipolares», «limítrofes», «depresivos», «histéricos», etc., etc., etc. Y una vez hecho este «diagnóstico», esperamos que los otros o nosotros mismos nos comportemos de acuerdo a esta etiqueta. 


La realidad, sin embargo, es que al menos en el caso de las personas, la identidad no es algo estable e inamovible. ¡Claro!, muchas aspectos de nuestro carácter y de nuestra personalidad permanecen, pero existen muchos aspectos de nuestra identidad que han cambiado, que siguen cambiando y que seguirán cambiando con el paso del tiempo. Si no fuera así, seguiríamos comportándonos totalmente como cuando éramos niños y, en lugar hablar, estaríamos balbuceando o haciendo rayones en el piso en lugar de escribir. 


Nuestra identidad, por tanto, también es fruto del aprendizaje y de las experiencias que cada día tenemos. En el mismo sentido, nuestra identidad es consecuencia del desarrollo de nuestros recursos y de nuestras habilidades, lo cual nos llevan a aprender a través de nuestros éxitos y de nuestros errores, de manera que lo que hoy somos, no tiene porque permanecer idéntico a sí mismo hasta el día de nuestra muerte. Al contrario, en esta vida el cambio es la constante y la idea de que todo permanece estable es sólo una ilusión, como ya lo ensañaran Eráclito, Buda y tantos otros sabios de la Antigüedad.  


Así que si estás pasando por una de esas «crisis de la identidad», ¡no te alarmes! Pues quizá ha llegado el momento de considerar una redefinición de tu persona. Y aquí te presento tres sencillos pasos que podrás seguir, para continuar desarrollando tus recursos, habilidades y experiencias, y reencontrarte con la mejor versión de tí.

1. Busca y aprende de las excepciones

Quienes enfrentan problemas para controlar su manera de comer (o beber) o quienes enfrentan grandes dificultades para mantener a raya sus explosiones de ira (o de tristeza), son ejemplos que nos hablan del peso que puede llegar a tener la definición que hacemos de nuestra persona, pues detrás de estas conductas suele estar la idea de que uno «siempre» ha sido del mismo modo, lo que da lugar a utilizar afirmaciones como: «yo nunca puedo controlarme», «yo siempre me enojo por cualquier cosa», «yo nunca he sido de los que los que se cuidan», «yo siempre tengo conflictos con las personas», etc. 


Entonces, lo primero a tomar en cuenta es que siempre existen excepciones a la regla y, por tanto, siempre existen excepciones a la definición de nosotros mismos que llevamos a cuestas. La persona que suele comer en exceso, en ocasiones sí puede controlarse y lo mismo sucede con  la persona que se considera a sí misma un «enojón empedernido», pues lo cierto es que esta misma persona en ocasiones puede ser amable, atento y comprensivo. Así que hay que presentar mucha atención a las excepciones, pues las excepciones nos hablan de esa otra «otra versión de nosotros mismos», que también forma parte de nuestra identidad y de la cual podemos aprender para realizar los cambios y ajustes que necesitamos. 


2. Rescata de tus experiencias previas la mejor versión de tí

Es un hecho que la memoria nos traiciona y la dinámica que nos envuelve en el presente y en los problemas cotidianos, frecuentemente nos lleva a olvidar, no sólo quiénes somos, sino quiénes podemos ser. Pero ello –y en la misma línea de las excepciones–, hay que tener presente que nuestras experiencias previas conforman un valioso bagaje del cual podemos aprender o re-aprender acerca de nosotros mismos. 


La imagen de aquellos momentos en nos sentimos más plenos, así como la imagen de nuestros logros y la memoria de todo lo que hicimos para alcanzar lo que nos propusimos, es justo lo que necesitamos recuperar, pues como quien diría, todo esto «no es ficción», sino que conforma nuestra historia, la historia de quiénes somos y de cómo nos hemos construido. De manera que si estamos buscando hacer cambios en lo que nos define, hay que recuperar la mejor versión de nosotros mismos y reapropiarnos de todo lo que ya sabemos acerca de nuestros recursos y capacidades.  

3. Finalmente, comienza a girar la rueda en una nueva dirección

Un cambio radical no siempre es necesario y, por cierto, esta suele no ser la mejor opción. Después de todo, cada uno de nosotros tiene muchas cosas que le gustan de sí y es un hecho que nuestra motivación también depende de sabernos auténticos y de ser coherentes con lo que somos, decimos y hacemos. Basta identificar, por tanto, sólo aquellas ideas, conceptos o etiquetas que hemos adoptado como propios y que es un hecho que no nos están ayudando, y de ahí la importancia de buscar las excepciones, recuperar la mejor versión de nosotros mismos y comenzar a efectuar pequeños cambios que nos permitan redefinir nuestra identidad. 


Entonces, si eres de quienes desea dejar de definirse como alguien «que no puede controlar su manera de comer», identifica y valora qué haces diferente durante las excepciones, en esos momentos en que sí puedes tener el control, y más que un cambio radical, ¡sólo comienza a hacer más de lo que sí te funciona! Ahora que si eres de los que ha hecho suya la idea de pertenecer al grupo de los que «siempre tiene problemas con las personas» y deseas modificar esta idea, mira las excepciones, identifica qué hiciste diferente y practica a hacer lo mismo en distintas circunstancias, pues en ocasiones algo tan simple como reconocer un error, ser capaz de reírse de uno mismo o esbozar una sonrisa cuando saludamos, puede marcar una diferencia sustancial al momento de relacionarnos.


En conclusión, ¡hay que re-aprópiarse del bagaje de recursos y habilidades con que ya contamos!, y efectuar pequeños cambios que hagan girar la rueda en nueva dirección y que generarán más cambios en el mismo sentido. Poco a poco, las ideas que nos definen de una forma negativa se irán  modificando, pues los recursos, ¡ya los tenemos!, y en ocasiones sólo basta mirar que no somos tan rígidos como pensamos. Entonces, podremos abrirnos a nuevas posibilidades y reconstruir otra versión de nosotros mismos, más allá de etiquetas, prejuicios y las ideas preestablecidas que nos limitan. 


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