¿«Hacer» o «no hacer»? ¡Esa es la cuestión!


«No pienses en un caballo blanco», 

¡vaya petición más difícil!, pues basta con que nos formemos la imagen de un determinado objeto para que, de inmediato, pensemos en él por un buen tiempo, de manera que una petición del tipo «no pienses en un caballo blanco», la verdad es que jamás podrá cumplirse. Lo extraño es que a pesar de lo absurdo que pueda ser el hacer una petición como esta, es muy común para cualquiera el fijarse metas u objetivos que llevan la encomienda de «dejar de hacer algo» o de «dejar de pensar en algo», lo cual provoca una tremenda frustración, pues basta con que nos propongamos «no hacer» o «no pensar» en algo, para que nos entren unas ganas terribles de hacer eso que no queremos o para que pensemos en aquello que ya no deseamos llevar encima.

Pero pongamos un ejemplo –bastante común, por cierto–, y es el de la persona que se propone «dejar de darse atracones de comida los fines de semana», o el de la persona que se propone «dejar de pensar en un acontecimiento pasado que le hace sentir muy mal». Al fijarnos metas de este tipo, creemos poner en juego nuestra fuerza de voluntad y tratamos de luchar hasta el límite por «no hacer» o «no pensar», sólo para descubrir que, entre más empeño ponemos, más fuerte se vuelve nuestro deseo por hacer aquello que no queremos o por pensar en aquello que nos hace sentir mal.

Frente a este panorama, no deja de ser sorprendente lo sencillo que puede ser revertir la fuerza de una imagen, si a ella contraponemos alguna otra cosa que pueda quedar en su lugar.  A veces, puede no ser tan sencillo, pero la verdad es que si después de pensar en un «caballo blanco», alguien nos pide que pensemos en un «caballo negro», veremos que la imagen del caballo blanco se debilita, pues, ahora, nuestra atención se centrará en la imagen de un caballo negro.

Volviendo al ejemplo de los atracones de comida o al ejemplo de quien quiere dar vuelta a la página de su pasado, veremos que esto mucho más sencillo, si en lugar de «dejar de hacer» o «dejar de pensar» en algo, se comienza por definir una actividad –¡o varias actividades!– que se desee llevar a cabo.  Así veremos que en lugar de pensar «ya no me voy atracar de comida», «ya no voy a atracar de comida», se pensará en una actividad concreta, como «deseo salir a pasear con mis amigos» o «deseo volver a montar en bicicleta», y lo mismo puede aplicar para quien quiera volver su vista hacia lo que tiene enfrente y dejar de ver lo que quedó detrás.

Y es que la visualización del futuro es crucial en estos casos y, sobre todo, la definición de metas que nos hagan ver qué es lo habrá en lugar de lo que ya no queremos. En otras palabras, debemos tener claro qué queremos hacer en lugar de darnos atracones de comida o en lugar de estar pensando en el pasado,  y entre más definición y detalle logremos dar a los cambios que deseamos que ocurran, mayor será el potencial que se despertará en nosotros, pues pensar en las cosas o actividades concretas que deseamos que sean diferentes nos motivará a realizarlas.

En este sentido, no hay perder de vista que pensar en «dejar de hacer algo» nos lleva a centrar nuestra atención en los problemas y, peor aún, nos lleva a centrar nuestra atención en la posibilidad de «fallar» y, por tanto, a centrar nuestra atención en nuestras posibles «debilidades», mientras que pensar en «hacer algo que deseamos» –como volver a dar paseos en bicicleta o reunirnos con los amigos–, nos lleva a pensar en el futuro que deseamos, nos lleva a pensar en nuestros recursos y a centrar nuestra atención en la importancia de que un cambio significativo ocurra en nuestras vidas. De ahí que podamos hablar de un «potencial» que se despierta cuando pensamos en algo que queremos y que es un «potencial» que nos llama hacia nuestra meta y hacia una nueva historia de nosotros mismos.

A propósito, tengo otro ejemplo, que puede parecer tanto radical, pero que creo que puede ser ilustrativo. Hace poco pensaba en todas las implicaciones que tiene hacer esas, ¡tan necesarias!, «limpiezas de verano» o «limpiezas de fin de año» en nuestras casas, que es el momento en que sacamos todos cacharros que ya no utilizamos y que, por algún motivo (o necedad), hemos querido conservar, sólo para que nos estén robando espacio. Cuando este tipo de limpiezas se hacen a fondo, al final vemos todo lo que, ahora, ha quedado libre y todo lo nuevo que podemos hacer en ese espacio (un pequeño gimnasio, una sala de T.V., un estudio, etc.), que era un espacio valiosísimo, pero que estaba totalmente desperdiciado. Por cierto que algo parecido ocurre en nosotros y con nuestros problemas, y lo importante sería poder visualizar todo lo que podemos aprovechar y todas las cosas nuevas que podemos comenzar a desarrollar, una vez que comenzamos a rescatar tooodo el espacio que puede llegar a abarcar un problema. El secreto está en que esta imagen del futuro cobre fuerza y, ¡claro!, en concretar, para que en lugar de sólo intentar «dejar de hacer», comencemos a «a hacer» aquello que deseamos.


Artículo de divulgación sin fines de lucro, escrito por Víctor Castillo y registrado bajo licencia de Creative Commons. Derechos Reservados.

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