¡Haz algo diferente!


Seguramente nadie nunca podrá definir si los problemas que cotidianamente enfrentamos en nuestra vida simplemente «aparecen» o somos nosotros quienes los provocamos. Algo de verdad puede haber en cada caso, pero lo que sí es un hecho es que si una situación problemática persiste vale la pena preguntarse si no seremos nosotros (con nuestros hábitos, con nuestras costumbres, con nuestras rutinas) quienes alimentamos o mantenemos tal situación problemática.

En ocasiones esto es muy claro y quien enfrenta, por ejemplo, dificultades con su forma de beber, sabe que tras la «primera copa» vendrá otra más y otra más y otra más… Lo mismo ocurre con quien suele «resolver» una discusión a gritos, aún a sabiendas de que esto sólo dificultará la posibilidad de llegar a algún tipo de acuerdo y, ¿qué decir de la costumbre de cenar en la cama viendo televisión, aún a sabiendas de que esto nos provocará mala digestión, un mal sueño y un terrible enfado al momento de levantarnos al día siguiente?

En realidad, todos alimentamos o mantenemos pautas de conductas que nos traen bastantes problemas y autores como P. Watzlawick, J. H. Weakland y R. Fish, sostienen en su libro «Change» (1974),  que la fuerza o resistencia de semejantes pautas radica en que, alguna vez, estas pautas de conductas pudieron servirnos para enfrentar una situación difícil o, en el otro extremo, tales pautas de conductas puede que nos recuerden una situación agradable que quisiéramos seguir repitiendo. Quizá una copa después de llegar del trabajo solía relajarnos y nos aseguraba un sueño tranquilo, quizá más de una vez hemos tenido que alzar al límite nuestra voz para hacer valer nuestro punto de vista y, en sí mismo, no tiene nada malo cenar algo ligero viendo televisión mientras estamos en la cama, pero situaciones de este tipo puede convertirse en un problema cuando las hacemos un hábito o cuando el hábito va dando lugar a excesos.

¡Claro!, leyendo estas líneas, cualquiera habrá identificado una situación de este tipo, pero la cuestión es entonces, ¿qué podemos hacer? ¿Cómo podemos romper estas pautas que, una vez convertidas en un hábito, parecen tan difíciles de romper?

Una estrategia que suele dar un resultado inesperado es bastante sencilla y, al menos en mi caso, me produce un gran alivio el sólo hecho de pensar que algo que parece muy complicado pueda comenzar a resolverse de una forma sencilla. De hecho, si me atrevo a escribir sobre esta estrategia es porque, antes que nada, la he probado en las pautas de conducta que he deseado romper y me ha funcionado bastante bien. Esta estrategia es: ¡HAZ ALGO DIFERENTE!

«¿¿Qué, qué??, ¿cómo?, ¿es así de simple?» –seguramente se preguntarán–, y lo que puedo decir es que sí, es así de simple. Lo único es que, antes, necesitamos identificar las pautas o conductas que alimentan situaciones problemáticas y, después, hacernos de algún tipo de «señal de alarma» que nos permita hacer una pausa cuando identificamos una situación o una conducta que –¡ya lo sabemos!– desembocará en un problema.

Por poner un ejemplo, quien ya identifica que tiene un problema con su forma de beber, puede cambiar el sitio en que coloca las botellas y esta sería su «señal de alarma». Entonces, al día siguiente, cuando siga las pautas de conducta que le llevan a tomar una copa se encontrará con esta «señal de alarma» (¡las botellas no están en su lugar!), lo que dará tiempo para hacer una pausa y pensar: «¡HAZ ALGO DIFERENTE! ¡HAZ ALGO DIFERENTE!»

«Pero, ¿qué se puede hacer?» De entrada, lo que sea, cualquier cosa, cualquiera sirve, cualquier cosa que sea ALGO DIFERENTE, como salir a caminar, hablar por teléfono con un amigo, escribir acerca de lo que se está experimentando, beber algo que no contenga alcohol, comer una fruta… en fin, ¡cualquier cosa puede servir!, y entre más tiempo dure mejor, porque lo importante es comenzar a romper la pauta que está generando el problema.

«¿Y después?» Bueno, lo que ocurre es que cuando una pauta se rompe es mucho más difícil volver a retomarla y, además, un cambio –por pequeño que este sea– suele generar otros cambios en la misma dirección, pero si el deseo de volver a la pauta que genera el problema persiste, de nuevo se puede hacer algo diferente. Como quien dice, «el límite es nuestra imaginación y nuestra creatividad».

¡Claro, claro, claro! Ya sé que me estoy saltando un punto muy, muy importante, y es que, antes que nada, tiene que existir un fuerte deseo por salir de una situación que ya no deseamos en nuestra vida. En otras palabras, necesitamos reconocer el problema que deseamos enfrentar y desear fervientemente un cambio, desear que ALGO DIFERENTE ocurra realmente.

Por otra parte, esto no es la panacea y esta estrategia deberá reforzarse con otras estrategias encaminadas al cambio y a lo diferente que deseamos en un futuro cercano, pero es un hecho que, en cualquier caso, nada de esto quita la fuerza que pueden tener estas simples palabras: ¡HAZ ALGO DIFERENTE!…

… Y si deseas comprobarlo, entonces la próxima ocasión en que identifiques que estás a punto de hacer algo que –¡ya lo sabes!– te generará un problema, mejor detente, se creativo y piensa, «¡HAZ ALGO DIFERENTE!»


Artículo de divulgación sin ánimos de lucro escrito por Víctor Castillo Morquecho y registrado bajó licencia de Creative Commons, 4.0. Derechos Reservados.

* Si deseas conocer más acerca de la psicoterapia estratégica basada en soluciones, visita mi sitio: Narrativa, Creación, Soluciones

ESTE SITIO FUE CONSTRUIDO USANDO