Si ya sientes que el mundo se te viene encima…

  1.    Por Víctor Castillo Morquecho    


    Muy frecuentemente, y como resultado de la profunda frustración que sentimos frente a un problema, ¡o problemas!, a los que por más que lo intentamos, no podemos hallarles la solución, todos hemos dicho frases como las siguientes: 


    «¡El mundo está en mi contra!»«¡todo es culpa de mis padres!»«¡nací en la época equivocada!», o la frase más clásica de todas, «¡¡es que nadie me comprende!!»


    El día de hoy, por tanto, deseo compartirte una serie de estrategias que podrán ayudarte a clarificar un problema y a ir desatando los nudos de lo que, en principio, pareciera una madeja de problemas irresolubles. Así que tómate un tiempo y considera que la solución de un problema no es cuestión de «echarle más ganas», sino de valorar con toda la seriedad que nos merecemos, lo que SÍ podemos hacer y el futuro que deseamos alcanzar.


     1. ¡¡Atención!!¿concéntrate en lo que SÍ puedes hacer?

    Es un hecho irrefutable que cuando estamos inmersos en un problema, éste tiende a abarcar nuestra visión de todas las cosas y es muy normal, por tanto, que nuestra  atención recaiga en todo lo que hemos perdido, en todo lo que nos hace falta (y quizá otros sí tienen) y en todo lo que no podemos hacer. Pero –¡bien lo sabemos!– de todo lo anterior sólo sacaremos un cúmulo de lamentos y de sentimientos negativos. Y esto sin contar con que, centrarnos en lo que no tenemos y en lo que no podemos hacer, fácilmente podrá llevarnos a asumir una postura fatalista y a tomar como pretexto toooodas nuestras nuestras carencias, con tal de justificar nuestro desánimo o nuestra decidía ante a la posibilidad de un cambio.

    Frente a este escenario, estarás de acuerdo que resulta indispensable darle vuelta a la moneda, con el fin de comenzar a asumir un visión más positiva de las circunstancias. Sólo hay que tener mucho cuidado, porque asumir una visión positiva de un problema no tiene nada que ver con el autoengaño, ni con repetirse a uno mismo frases como: «¡yo soy un triunfador!»«aquí no pasa nada» o «todo está mi mente». Pues esto de nada sirve y sólo nos evade de la situación que debemos enfrentar. 


    En su lugar, lo primero que necesitamos es asumir una postura práctica y funcional, que nos permita transitar desde lo que no tenemos, hacia lo que SÍ tenemos y, por tanto, a centrar nuestros esfuerzos en lo que SÍ podemos hacer. Después de todo, la realidad es que en cada circunstancia (incluidas las situaciones más difíciles), siempre existe algo que SÍ podemos hacer, y la clave está en reconocer que cualquier cambio, por pequeño que éste sea, irá marcando una importante diferencia


    Comienza por definir, por tanto, cuáles tus recursos, cuáles son tus habilidades, quiénes pueden apoyarte (desde darte un consejo o punto de vista, hasta ayudarte a situaciones muy concretas), cuáles son tus incentivos y, desde luego, haz una revisión de tu actitud frente al problemaLuego podrás comprobar que te resultará mucho más sencillo comenzar a responder a la pregunta: «¿Qué es lo que SÍ puedo hacer?»

    2. ¡Para de poner(te) etiquetas y ábrete a la posibilidad de un cambio!

    Ahora bien, en la vida cotidiana es muy común que etiquetemos a las personas debido a un determinado comportamiento o debido a un determinado problema y, entonces, fácilmente llegamos a la conclusión de que existe algo que está «mal» en una  persona. Sólo que al hacer este tipo de juicios, no nos detenemos a pensar en que la totalidad de una persona –o todo lo que la persona es y hace–, no puede ser definido por un problema o por un determinado comportamiento.


    Por citar un ejemplo, cuando un niño no hace sus deberes o cuando responde de una mala manera a los mayores, fácilmente se le cataloga como un niñ«malo» o, al menos, como un niñ«problema». En el mismo sentido, fácilmente se cataloga a una persona como «depresiva», cuando no tiene ánimo de salir de casa o cuando, sencillamente, se halla triste por una situación concreta. Y claro que el mayor problema surge cuando la persona, ¡o nosotros mismos!, nos apropiamos de este tipo de etiquetas y comenzamos a actuar en función de ellas, pues esto genera un círculo que se autorrefuerza y que, evidentemente, puede colocarnos en una situación  que pareciera irresoluble.

    Por tanto, lo que autores como Cade y O’Hanlon (en «Guía breve para terapia breve») recomiendan es que procuremos hablar, por ejemplo, de «un niño que se niega a ordenar su habitación», en lugar de hablar de un niñ«malo» o «desobediente». Y de la misma forma, sería mejor que, en lugar de hablar de la «depresión» de una persona, comenzáramos a asociar su tristeza con circunstancias bien específicas, pues en todos los casos, siempre será más  sencillo lidiar con las circunstancias que influyen en un determinado comportamiento o problema, que lidiar con la idea de que existe algo mal en la persona o en nosotros mismos.


    Desde luego, lo anterior no quiere decir que debamos negar la realidad de una determinada patología (de ser el caso). Pero para que un problema o una situación sean resolubles, debemos comenzar por tener mucho más cuidado al momento de etiquetar o «diagnosticar» a una persona (o a nosotros mismos). Ya que el peso de una etiqueta o de un diagnóstico mal realizado, suelen influir de un modo determinante en el ánimo y en el comportamiento de cualquier persona, provocando el conocido fenómeno de «la profecía autocumplida». Después de todo, si todos esperan (y si nosotros mismos esperamos) que alguien se comporte como una persona «mala» o «enferma», lo más probable es que termine cumpliendo tales expectativas.

     

    3. ¡Analiza las pautas que rodean al problema!

    Cade y O’ Hanlon también nos dicen: 

    “Invitamos al lector a practicar la resolución de cualquiera de las categorías diagnósticas [] a una pauta de conductas discretas, personales e interpersonales, que se repiten cuando se da cierto conjunto de circunstancias; de este modo, es más fácil actuar sobre los distintos elementos de la pauta” (p. 82)


    La solución de un problema, por tanto, suele tener mucho qué ver con lo que rodea a un problema y no necesariamente con una persona o lo que la persona (suponemos que) es. De manera que, más que cargar con sentimientos de culpa, o más que pensar en castigos y en reproches, que sólo tienden a reforzar un problema, resultará mucho máútil reducir un problema a una pauta de conductas que se repiten cuando se dan ciertas circunstancias.Y de ahí que sea tan importante platearse preguntas como las siguientes: 

    1. ¿Qué sucede antes de que el problema se presenta?

    2. ¿Quienes estáinvolucrados?

    3. ¿En dónde sucede el problema?

    4. ¿Qué tan frecuentemente se dan las circunstancias anteriores?

    5. Y, finalmente, ¿qué puede hacerse para romper la pauta que genera un problema o un determinado comportamiento?

    Y en relación a esta última e importantísima pregunta, podemos observar que cada pregunta apunta a una respuesta que, en sí misma, puede ser una clave para encontrar la solución. Porque si de lo que se trata es de romper la pauta que genera un problema, cualquier alteración que podamos introducir en los escenarios (lugares), la duración, el horario, la secuencia o la frecuencia de las circunstancias que rodean al problema, generará una ruptura y, consecuentemente, un cambio en las condiciones que mantienen un problema. 


    4. ¡Ajusta el foco de la solución!

    Finalmente, puede sonar un tanto extraño, pero en ocasiones un problema se mantiene (o parece irresoluble), porque no se tiene claro cómo luce la solución. Y es que nos centramos taaanto en el problema que, a veces, ya ni siquiera nos permitimos imaginar nuestra vida sin él. Por tanto, es fundamental contestar preguntas como las siguientes: 

    ¿Cómo sabrás que tu problema está resuelto?

    ¿Qué harádiferente cuando tu problema está resuelto?

    ¿Cómo van a cambiar tus circunstancias?

    ¿Cuál será el primer signo que te dirá que te estás moviendo en la dirección correcta?

    ¿Qué van a notar los demás?

    ¿De qué modo la solución afectarápara bien, una determinada conducta o tus relaciones?

    ¿Qué emociones experimentarás?

    Y notarás que si das respuesta a estas preguntas, tendrás mucho más claro hacia dónde quieres ir, lo que te permitirá encaminar tus habilidades y tu recursos, no al problema, sino a la solución.

    Entonces¡ya lo sabes!

    Deja de centrarte en lo que no tienes y no puedes cambiar, y mejor valora tus recursos y todo lo que SÍ está en tus manos hacer. Ábrete a la posibilidad de un cambio y analiza las pautas que mantiene un problema. Recuerda que cualquier cambio, por pequeño que este sea, puede ser el principio de una solución.

    ––––––––––––


    * El contenido de este artículo es de difusión y está registrado bajo licencia de Creative Commons. Derechos Reservados.


    Visita nuestras páginas: 

    lucerotorresnava.com (Clínica de Nutrición)

    narrativacreacionsoluciones.site123.me (Clínica de Psicología)



ESTE SITIO FUE CONSTRUIDO USANDO